lunes, 15 de noviembre de 2010

Libro abierto, libro prestado

En aquel momento a Miguel le hubiera gustado que ella pudiera leer sus pensamientos. Le ahorraría mucho trabajo y mucha vergüenza. Claro que entonces no le daría miedo hablarle, sino estar a su alrededor. Y eso no le habría gustado. Se acercó a donde estaba Clara. Ella estaba sentada, leyendo en el poyete de la rampa, en el patio. Cuando el chico se acerco, Clara
(está guapisima, me encanta cuando el pelo le cae sobre la mejilla de esa manera)
le sonrió.
-¿Qué tal, Miguel?
-Muy bien-intentaba no parecer demasiado nervioso, pero le costaba. No consiguió distinguir el título del libro, pero
(tengo que recomendarle aquel de K.Dick)
seguro que era muy interesante; siempre leía libros interesantes-¿Qué lees?
-Ursula K. Leguin-dijo ella, dejando el libro cerrado, con un dedo marcando la página por la que iba-Un poco deprimente, pero está bien.
-Que guai-sonrió-Oye, ¿que te parece si
(salimos juntos)
quedamos para tomar algo y dar una vuelta esta tarde?
Clara se rió, bastante nerviosa, y suspiró.
-Si, claro. Me parece estupendo.
-Genial. ¿A las seis en Plaza Nueva?
-Si, me viene bien. Y si quieres puedes traerme ese libro de Phillip K...

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