martes, 9 de noviembre de 2010

La espera

Sentada en su mecedora, miraba por la ventana. El cielo rojizo se iba tornando añil, oscureciéndose cada vez más. Detrás se oía música de piano.
La línea de los árboles se recortaba nítidamente contra el cielo iluminado. Tenían las ramas peladas, como esqueletos, como garras que intentaban clavarse en las nubes y dejarlas atrapadas. Los pájaros empezaban a huír al sur. Ella miraba, esperando.
Se levantó de la mecedora y fue al salón, donde el reproductor de vinilos seguía emitiendo la música de Chopin. Retiró la aguja del plato y todo enmudeció. Era un día sin viento, ni una pizca de brisa. ¿Vendría aquel día? No era demasiado probable. Hacía demasiado que había dicho que volvería.
Se volvió al oír el golpetear en la ventana. Había una silueta detrás del vidrio. Una silueta alta, cubierta con ropas voluminosas. Ella se acercó casi corriendo y abrió la ventana.
Allí estaba, como siempre había sido. Sonreía, pero lo único que parecía vivo en su cara eran sus ojos. Chispeaban de felicidad.
Y de pronto, se cubrieron con la sombra de la incredulidad.
-¿Virginia?-dijo, inclinando la cabeza hacia un lado.
Ella sonrió, pasandole una mano por la cara. Estaba fría, pero no importaba.
-Si, soy yo. Llegas un poco tarde, pero no importa.
La expresión de incredulidad se mantuvo durante unos segundos, para ser sustituída por el arrepentimiento.
-Oh. Oh. Se...se me ha pasado el tiempo tan rápido...pensaba que solo habían sido un puñado de meses...
-No te preocupes. Mejor tarde que nunca-sonrió-Te he echado de menos.
Hubo una sonrisa azorada.
-Después de esto no se si me creerás, pero yo también. He pensado mucho en ti.
Se miraron. Ella le creía. Se preguntó por qué seguía allí fuera, con el frío que hacía. Entonces cayó en la cuenta.
-¡Oh, perdona! Se me había olvidado...-con un gesto sonriente le indicó que pasara-Puedes entrar.
-Lo haré por la puerta. Hace tiempo que no entro en una vivienda por la puerta.
Entró, y hablaron y hablaron. Hablaron durante toda la noche, hasta que el cielo comenzó a clarear.
-Tengo que cumplir mi promesa, ¿no?
-Solo si aún quieres-dijo ella-Se que los años han pasado, ya no soy como antes.
-Eso no cambia nada-sonrió.
Se inclinó hacia ella, abriendole la blusa. Le besó la línea de la mandíbula, le pasó la mano por el pelo. La besó.
Ella le abrazó, feliz. El dolor punzante atravesó su pecho y sintió como el mundo empezaba a desvanecerse. Pronto caería inconsciente, pero no importaba.
Quedaban muchas, muchas noches por delante.

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