viernes, 5 de noviembre de 2010

El sueño del Hombre de la Barba

Hace tiempo, al escribir el artículo sobre la tumba del Doctor Lenoir, comenté algo acerca de la inspiración en el retrato del Doctor. Dije que era un personaje sobre el que había soñado una vez; el Hombre de la Barba, lo llamo. Es un personaje que me produce un miedo bastante irracional, sobre todo teniendo en cuenta que solo lo he visto un par de veces en sueños. 
La historia comienza fuera del mundo de los sueños, y tiene lugar hace ocho años, aproximadamente. Era un día como otro cualquiera; había quedado con mis amigos Carlos y Juan Luis (por aquel entonces aún nos juntabamos con este último) y estabamos dando un paseo por el centro. Cansados y algo aburridos nos dirigíamos a mi casa. Ya muy cerca nos metimos por una calle pequeña, llamada La María, que me gusta porque casi nadie pasa por ella; por aquel entonces tenía a ambos lados un almacén abandonado y un descampado donde hasta hacía poco había habido casas.
Estabamos charlando, hablando de videojuegos y comics, y de pronto, cerca del final de la calle, me paré en seco. Di un par de pasos atrás y me agaché; había un charco de aceite de motor en el suelo. Y al fijarme bien, me di cuenta de que había un collar de plata en el centro del mismo, manchado y negro. Lo que es curioso de este asunto (si no, no sería necesario contarlo) es que no se en qué estaba pensando cuando me paré y caminé hacia atrás, pero se que no había visto el collar. Fue una cosa bastante extraña.
El asunto es que me quedé con el collar; lo limpié a conciencia y lo dejé sobre la mesa. No era un collar muy raro; como no se muy bien cómo describirlo, subiré una foto.

Supongo que seguía dandole vueltas a lo que había pasado, y de ahí viene el sueño. Tiene cosas que son cláramente oníricas, como el hecho de que pueda manipular metales en mi casa, pero a partir de la mitad se me antojó realmente vívido.

Estoy en mi casa, en mi habitación. Tengo el collar en las manos y lo miro; siento que hay algo dentro, una presencia femenina que no sé definir. Tomo el collar y hierro y otros metales, y los fundo; con el metal líquido forjo una cuchilla larga y curva. La cuchilla la uno a un palo largo, formando así una especie de lanza. Pienso en que tengo que pulir el metal y limpiarlo de impurezas, así que voy a la cocina. Froto y froto el metal, hasta que queda liso y brillante, casi como un espejo.
Cuando levanto la hoja para admirar el reflejo, lo veo.
Por encima de mi hombro, en el reflejo, puedo ver la puerta de la despensa, abierta. Dentro está un hombre en la cuarentena, vestido con un traje de pana marrón. Tiene el pelo negro y una barba corta pero densa y los ojos rojos, y sonríe de una forma escalofriante. Tengo la sensación de que tiene los dientes afilados como un tiburón, pero no consigo verlo. 
Con un sobresalto me vuelvo y miro la despensa. No hay nadie. Extrañado, levanto la cuchilla y vuelvo a mirar el reflejo. Ahora el hombre de la barba ya no está en la despensa; está justo a mi espalda y tiene la cabeza apoyada en mi hombro. Me está mirando con sus ojos rojos, y su sonrisa da mucho, mucho miedo. Me aparto de un salto, pero entonces me doy cuenta de lo que he hecho; los fantasmas de la casa ahora pueden tocarme, por culpa del collar y de la cuchilla pulida. Se que en el cuarto de baño está la chica desnuda con el cuerpo lleno de cortes, y en todas las habitaciones hay más. En mi cuarto está la niña pequeña del vestido blanco, que es la única que no quiere hacerme daño, así que me encierro con ella. Tengo miedo y ella también, porque sé que el hombre de la barba pertenece a mi habitación; antiguamente la despensa era parte de mi cuarto, pero ahora hay un tabique que los separa. El hombre de la barba quiere entrar en mi cuarto y está muy, muy enfadado.

Al despertar cogí el collar y lo metí en un cajón. Aún lo tengo guardado por ahí.
Como podeis ver, la historia del Hombre de la Barba no es nada del otro mundo. Sin embargo, el Hombre de la Barba si que daba miedo. Sobre todo la forma en la que sonreía. He intentado dibujar o describir esa sonrisa, pero no lo consigo. Como detalle curioso, en mi primer libro "Tierra bajo el sol oscuro" el personaje de Atas a veces sonríe de una forma muy extraña. De aquí es de donde viene esa sonrisa, del Hombre de la Barba.
En breve, bocetos del doctor Lenoir, para que le podais poner cara.

9 comentarios:

  1. Realmente me ha encantado. Me ha dado bastante miedo. Un miedo que llevamos, como algo irracional, muy dentro nuestra. y lo has transmitido con gran destreza. El unto de conexión con la realidad -el collar- hace que uno entre más en el sueño como algo más personal.
    Animo con este proyecto. Es genial.

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  2. Gracias por tu apoyo, Marcos :)
    El terror es, desde luego, un asunto de lo irracional, y me encanta ahondar en las profundidades del subconsciente; sobre todo sacar a flote los miedos, propios y ajenos. Conocer que temes es estar un paso mas cerca de conocerte a ti mismo.

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  3. Yo no sabía la historia esa del collar.. creo que nunca me la habías contado y me acabo de enterar ahora después de 8 años xD

    Por otra parte.. ese es el fantasma que me dijiste de la despensa no?? con el que has soñado alguna que otra vez. Yo si fuera tu me hubiera deshecho del collar por si acaso..

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  4. ¿No te la había contado? Vaya, creía que si xD Pues por aqui sigue dando vueltas el collar, un dia te lo enseño si quieres :) Y deshacerme de él...bueno, no sería el tipo de persona que registra chaquetas en cementerios (mi personaje de Warhammer estaría orgulloso de mi xD) si tirara los collares malditos jajajajaja
    El señor de la despensa...ultimamente no tiene ganas de fiesta, la verdad...

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  5. Este relato si que me ha dado miedo,por un asunto muy personal.Esta muy bien escrito.

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  6. esta bien, pero personalmente opino que los fantasmas no es algo que de mucho miedo

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  7. Los fantasmas de Wence... y sus aventuras

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  8. Otro día contaré la terrible historia de los fantasmas de Cazorla; aunque la haya contado mil veces xD

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