sábado, 25 de diciembre de 2010

De grandes cenas...

-Tienes que aprender a hacerlo bien-decía el maestro sepulturero a su aprendiz-Clava la punta de la pala, y luego haz palanca. Después deja el montón de tierra ahí al lado y vuelta al principio.
El aprendiz suspiró. Siempre le repetía lo mismo, como si dentro de aquella frase se encerrara una verdad oculta que él no había querido o podido ver. Repitió el movimiento; clavar, hacer palanca, monton de tierra y vuelta al principio.
-Maestro-dijo al cabo de un rato-¿de veras es necesario hacer eseto en una noche sin luna, con la tempestad rugiendo a nuestro alrededor y nuestras linternas empapadas de lluvia? Tengo mojados hasta los huesos, y apenas puedo ver lo que hago. Volvamos adentro.
-No-respondió el maestro-Debes aprender. El camino esta lleno de obstáculos, y tienes que aprender a vivir con ellos.
El aprendiz siguió cavando durante una hora. Cuando pasó ese tiempo salió del agujero, mirando con suspicacia a su maestro.
-¡Maestro!-dijo-Estoy harto. No creo que tus métodos sean los acertados ni que puedan ayudarme a alcanzar la perfección. Te dejo; he aprendido lo que necesitaba. Adios.
El maestro vio marchar al discípulo, apenado. Su entrenamiento distaba de estar completo, y largo y árduo sería el camino hasta que consiguiera la perfección.
-La perfección se consigue con la práctica-murmuró, y siguió cavando.
A su lado, la cena esperaba a ser enterrada.

4 comentarios:

  1. La mía sobrevivió, al menos a la de ayer...que rica estaba!

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  2. Es muy agradable leer tus relatos,vuelve a escribir pronto, lo hecho de menos,

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  3. Pues sí que debiste darte un atracón de muerte porque no has vuelto a escribir, jeje ;)

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