domingo, 31 de octubre de 2010

Halloween

Las calles estaban a rebosar de gente, figuras enmascaradas, pintadas, disfrazadas, o sencillamente con una peluca y ganas de fiesta. En el pequeño pueblo de Villanueva de las Tumbas se celebraba la Noche de los Muertos como en ningún otro sitio en España. La localidad, pequeña, estaba desierta el resto del año, pero la semana previa a la festividad se llenaba de gente y de expectación.
A Gustavo, hombre ya en la cuarentena, residente a perpetua del minúsculo pueblo, todo aquello le sabía a prostitución barata. Hacía quince años el alcalde de por entonces había asociado la festividad norteamericana con el nombre del lugar, y había llegado a la conclusión de que la gente se sentiría atraída. Había montado un primer Festival de Halloween con escaso presupuesto pero sorprendente afluencia; muchos chicos de la ciudad habían ido a ver como estaba el asunto, y les había gustado. Al año siguiente el publico se había multiplicado por dos; al siguiente por cuatro. Al quinto año la fiesta no se limitaba a unas calles; todo el municipio participaba. Eran fiestas, jolgorio, bebidas y terror a medianoche.
-Es una puta americanada-murmuraba Gustavo, encerrado en su casa. Odiaba aquello; odiaba a los tontos que se disfrazaban, a los crios que no paraban de tocar a la puerta para que les llenaran las bolsas de caramelos, incluso odiaba a sus vecinos, que se unían incondicionalmente a la fiesta.
Era una plaga. Nadie iría al cementerio al día siguiente; estarían de resaca. Maldito sea el Festival y maldita sea la Noche de Halloween.
Cuando ya era tarde y los únicos que quedaban en pie eran los muy borrachos y los críos, Gustavo daba un paseo por los alrededores del cementerio. Le gustaba caminar por allí ese día; era una forma de decirse que lo importante estaba allí debajo, oculto por las losas. Rondaba alrededor de la alta verja de hierro oxidado, como un perro de caza.
Estaba mirando a la gente que caminaba por allí cerca cuando la vio. Era una chica con un vestido blanco y pelo negro largo, ondulado. Estaba quieta y le miraba. Gustavo pensó que debía estar muy, muy borracha.
Pero la chica seguía ahi, quieta, siguiendo su caminar con la cabeza. No podía verle la cara desde donde estaba; el cementerio siempre se dejaba a oscuras; se decía que era para que la gente sintiera miedo. Gustavo pensaba que era para que no se dieran cuenta de que era un cementerio normal y corriente.
-¿Qué ocurre?-dijo con voz apagada. La chica estaría borracha, pero le ponía nervioso. Se acercó a él, con el vestido ondulando por el viento, como una gasa.
Ahora podía ver su rostro.
-¿Mónica?-murmuró, asustado.
Ella se volvió, con su vestido moviendose en la noche sin brisa. Él la siguió hasta su tumba, rodeada de borrachos. Se sentó con ella y hablaron largamente, hasta que salió el sol.
Cuando ella se fue, él yacía frío y helado sobre la lápida. Ella llevaba su olor consigo.

7 comentarios:

  1. ¡ Vaya nombre para un pueblo !. Aunque no me extrañaría que algun alcalde oportunista se apropiara de tu idea para "resucitar" a su pueblo.

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  2. loco!!!otra experiencia mística¿? jeje

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  3. Nagual, hay un pueblo que se llama Alcantarilla, otro que se llama Villarmuerto, otro Villanueva del Pardillo...no sería sorprendente que hubiera una de las Tumbas
    Si me copian la idea quiero royalties! xD
    Y si, es una experiencia mística jajajaja

    Un enlace con nombres graciosos de pueblos, para la risa: http://lalombrizestrabica.blogspot.com/2009/03/nombres-graciosos-de-pueblos.html

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  4. aficion nº1 perder el tiempo en internet

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  5. Me encanta las asociones de Halloween-Borrachos XD.
    Mencionas una vez los disfraces y el resto todo alcoholicos.

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  6. Es que aquí en España Halloween es una excusa para ponerse ciego. Vamos, como el carnaval, el futbol, los cumpleaños...

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